domingo, 21 de junio de 2009

GERMANOS Y HUNOS


Los pueblos germanos o germánicos fueron una etnia de origen indoeuropeo que pertenecía al grupo de las tribus que ocupaban la región ubicada al norte del Imperio Romano, conocida como Germania. Las tribus germánicas más conocidas son los godos, los Sajones, los Alamanes, los Lombardos, los francos, los burgundios, los vándalos y los suevos. A pesar de constituir tribus separadas, los germanos poseían características muy similares.


Origen de la denominación
Como los romanos los consideraban formidables guerreros, es probable que su denominación provenga del término germánico heer-mann, hombre de guerra, que también dio origen a los actuales nombres propios Hernán y Germán. Puede también provenir de Hermann, el caudillo germano que masacró las legiones de Varo en la batalla del bosque de Teutoburgo. Esta derrota caló hondo en el orgullo de los romanos, ya que debieron replegarse a la ribera izquierda del Rin, frontera que perduró hasta la desintegración del Imperio Romano.


Según los hallazgos arqueológicos, se establecieron hacia el año 500 a. C. sobre las costas del Mar Negro y el Mar Báltico. Los antiguos griegos no supieron de su existencia y los romanos solo los conocieron cuando los germanos comenzaron a avanzar hacia el interior de Europa alrededor del comienzo de la Era cristiana. Este avance pudo haber sido causado por catástrofes naturales o por su gran aumento demográfico. Se estima que en esa época sumaban entre uno y cuatro millones, contra menos de un millón de romanos y sus vasallos. Para contener sus avances, los romanos crearon una frontera fortificada, el limes (límite o frontera, en castellano), a lo largo del Rin y el Danubio.


El comienzo de las invasiones
Entre los años 235 y 285, Roma estuvo sumida en un periodo de caos y guerras civiles. Esto debilitó las fronteras, y los germanos, en busca de nuevas tierras, se desplazaron hasta la frontera norte del Imperio, en esa época eran 6 millones de personas (cerca de un millón emigran al este a la actual Ucrania). Los emperadores de la época permitieron el ingreso de los germanos bajo dos condiciones: debían actuar como colonos y trabajar las tierras, además de ejercer como vigilantes de frontera. Sin embargo, la paz se acabó cuando Atila, el rey de los hunos, comenzó a hostigar a los germanos, que invadieron el Imperio. Luego de la retirada de los hunos, las tribus bárbaras se establecieron en el interior del Imperio: los francos y burgundios tomaron la Galia, los suevos, vándalos y visigodos se asentaron en Hispania, los hérulos tomaron la península Itálica tras derrotar y destituir al último emperador romano, Rómulo Augústulo. Posteriormente, los hérulos se enfrentarían a los ostrogodos, saliendo estos últimos victoriosos y tomando el control de toda la península.


Los reinos germánicos
Los distintos pueblos germánicos se asentaron en diferentes zonas del antiguo Imperio Romano de Occidente, fundando reinos en los que los germanos pretendieron inicialmente segregarse como una élite social separada de la mayoría de la población local. Con el tiempo, los más estables de entre ellos (visigodos y francos) consiguieron la fusión de las dos comunidades en los aspectos religioso, legislativo y social.
La diferencia cultural y de grado de civilización entre los pueblos germánicos y el Imperio romano era muy notable, y su contacto produjo la asimilación por los germanos de muchas de las costumbres e instituciones romanas, mientras que otras propias de sus antiguas tradiciones e instituciones se conservaron, formando así la cultura que se desarrolló en la Europa medieval y que es la base de la actual civilización occidental.


Características comunes
Todos los pueblos germánicos se regían por una monarquía electiva. El rey o jefe de la tribu era elegido por una asamblea de guerreros, que además administraban la justicia, pactaban la paz o declaraban la guerra. No poseían un código legislativo, por lo que se regían por el derecho consuetudinario.
La organización en cuanto al poder era bastante simple. La clase de los nobles, que tenían acceso a los puestos de mando (asamblea de guerreros, mandos militares) y podían ser nombrados reyes de su tribu. Los hombres libres, quienes formaban parte del ejército, practicaban la caza y otras actividades cotidianas. Los esclavos, quienes debían trabajar las tierras y obedecer a un amo; sin embargo, recibían un trato más o menos similar al de un hombre libre, al contrario de culturas como la griega y la romana.


Cultura
Aunque aparentemente compartían una lengua ancestral común, al momento de su avance sobre el interior europeo ya tenían varios dialectos hablados principalmente por:
-los pueblos nórdicos o escandinavos
-los germanos occidentales
-los germanos orientales.
Su organización social era de tribus independientes, que ocasionalmente se confederaban para la guerra, aunque a menudo también lo hacían entre ellas. Eran pastores y agricultores seminómadas, cuyos asentamientos eran poco duraderos. No tenían alfabeto (el rúnico de los escandinavos se usaba sólo para fines religiosos), por lo que no hay registros escritos de su historia hasta su encuentro con los romanos. Tenían esclavos y hacían vasallos semi libres a los pueblos conquistados. Algunas tribus, como los francos salios, establecieron relaciones de clientela con los romanos, sirviendo ocasionalmente en sus ejércitos. Estas relaciones sentaron la base del futuro régimen feudal, y los dominios que establecieron fueron el origen de los reinos medievales y los actuales países europeos.



HUNOS

Los hunos fueron una confederación de tribus euroasiáticas, muchas de ellas de los más diversos orígenes, unidas por una aristocracia que hablaba una lengua túrquica. Este grupo humano apareció en Europa en el siglo IV, y su máximo exponente fue Atila el Huno. Los hunos fueron llamados bárbaros por los romanos, a los que invadieron entre los siglos IV y V.


Su vida
Excelentes jinetes arqueros, veloces y decididos, de táctica impredecible, extendieron el miedo por el Imperio. Pactaron con Roma en contra de los germanos de la Europa Central y, hacia el 432, tenían un caudillo principal, Rua o Rugila, a cuya muerte (434) le sucedieron sus sobrinos Bleda y Atila. Eran nómadas y vivían en chozas temporales, aunque conocían la propiedad de la tierra y solían serpentear por zonas concretas que estuvieran en su poder. Por su condición nómada, la vaca y la cacería tenían un papel más importante en su economía que la agricultura. Las carencias en su dieta eran saciadas por medio del comercio y de forma mucho más seguida, el pillaje en territorio extranjero. Las armas que empleaban en la guerra eran la espada recta, la lanza; el lazo, que era una especie de cuerda con la que lazaban a sus enemigos y les rompían el cuello, y el arco compuesto, que solían utilizar desde el caballo. A esto contribuía el uso del estribo, que tomaron de los chinos y que introdujeron más tarde en Persia y Europa.


Cultura
Por su origen se cree que la lengua de los hunos debió ser del tronco uralo-altaico, el grupo al que pertenecen lenguas como el turco o el mongol. La hipótesis de que su lengua fuera en realidad de la familia irania, basada en las inscripciones de monedas halladas en tumbas hunas procedentes del actual Afganistán y algunas ex repúblicas soviéticas, ha sido rechazada hoy en día, pues se ha demostrado que tales monedas sólo repetían el mismo patrón que las persas de zonas limítrofes. Por otra parte, algunas fuentes chinas los relacionan con pueblos siberianos, como los samoyedos, pero esto tampoco casa con los datos aportados por la arqueología.
En cuanto a la religión no se sabe casi nada de ella. Aparentemente tenían un tipo de "adoración al caballo" (ya que estos animales eran una figura casi "sagrada" para ellos en su cultura). Las fuentes romanas suelen referirse a ellos como individuos subhumanos carentes de cualquier clase de dios y moral, sin creencia en otra vida aparte de la terrenal, aunque se sabe que tenían algo parecido a chamanes o brujos en su tribu (que creían en la existencia de abominaciones subterráneas infernales), especializados en la adivinación a partir del examen de restos y huesos de animales. Originalmente cremaban a sus muertos, aunque más adelante comenzaron a inhumarlos. Practicaban tanto la poliandria como la poliginia.
El historiador romano Amiano Marcelino nos dejó un texto donde podemos observar la visión deformada que los romanos tenían sobre los hunos:
Son seres imberbes, musculosos, salvajes, extraordinariamente resistentes al frío, al hambre y la sed, desfigurados por los ritos de deformación craneana y de circuncisión que practicaban, e ignorantes del fuego, de la cocina y de la vivienda.
Expansionismo
Extremo Oriente
Según las crónicas de la antigua China, los xiongnu eran un pueblo nómada de pastores y guerreros que vivían en las estepas de Asia centro-oriental, al norte de la Gran Muralla China. Muchos historiadores modernos piensan que los xiongnu mencionados en las crónicas chinas eran el mismo pueblo que apareció siglos más tarde en Europa e invadió el Imperio Romano bajo el nombre de los hunos.
La dinastía Qin pudo rechazar sus ataques de forma más o menos eficaz, pero a la caída de ésta los xiongnu lograron superar la Gran Muralla e iniciar una serie de incursiones en territorio chino. Los xiongnu también combatían contra otros pueblos nómadas, y durante el mandato del jefe Mao Dun (209-174 a. C.) derrotaron a las poderosas tribus de los xianbi, los tunguses y los kitán, unificando por primera vez el área ocupada por la actual Mongolia. El emperador chino Wen, de la dinastía Han, quiso alejar el peligro de este nuevo imperio pagándoles tributo (seda y cereales sobre todo), algo que con el tiempo sería una constante en la relación de los hunos con otros pueblos. Era tal la cantidad que exigían los hunos para no entrar en guerra que los bienes recibidos cada año les sobraban, hasta el punto de que los vendían a los mercaderes de Occidente que llegaban por la Ruta de la Seda con notables beneficios. También hubo matrimonios de conveniencia entre princesas chinas y reyes xiongnu con el fin de sellar la paz.

Esta relación se rompió cuando el emperador Wu decidió dejarles de pagar tributo y, anticipándose a la esperada reacción de los xiongnu, envió varias expediciones a Asia Central a partir de 133 a. C., aunque sólo una tuvo éxito: la que en el año 127 a. C. consiguió expulsar a los xiongnu del curso superior del Río Amarillo. Las expediciones posteriores mantuvieron entretenidos a los bárbaros combatiendo en su propio territorio de forma constante, lo que les debilitó. En 121 a. C. fueron derrotados en el corredor de Gansu por el general chino He Qubing (que construyó allí la fortaleza de Juyan) y forzados a marchar hacia el oeste, donde ya habían sometido unas décadas antes al pueblo indoeuropeo de los tocarios. Una vez expulsados los xiongnu de la cuenca del Tarim, los chinos la pusieron bajo su mando y entraron en contacto por primera vez con los persas helenizados de Fergana, que introdujeron la alfalfa y el caballo árabe en China.
Los debilitados xiongnu se escindieron en dos ramas hacia el 48 d. C., y una de ellas, los hunos del sur, se puso bajo el mando de los Han. Éstos los destinaron a vigilar la zona del nacimiento del río Amarillo. Aunque dejaron de atacar a los chinos, los xiongnu no creyeron que su lealtad implicase estar en paz con las otras tribus sometidas de la zona y los reinos tributarios de Asia Central, por lo que llevaron a cabo una ola de saqueos en la región durante los años 60-70. Esto provocó el que los emperadores Zhang (76-88) y He (89-105) volviesen a combatir contra ellos y los expulsasen de la cuenca del Tarim, aunque el debilitado poder chino en Asia Central debió hacer frente inútilmente a la sublevación posterior de las tribus tibetanas de la zona y terminaron por evacuar la región.
Mientras que la caída de la dinastía Han en el año 220 fracturaba China en tres reinos pequeños enfrentados entre sí, los xiongnu del sur se reagruparon de nuevo y volvieron a invadir China en 311, llegando hasta Luoyang, la rica capital de la China del norte y final de la Ruta de la Seda. La ciudad fue saqueada e incendiada, aunque más tarde los invasores se establecieron allí y la gobernaron durante 39 años. En el 350 el último rey xiongnu fue asesinado por un miembro de su propio pueblo y la dinastía derrocada.


Persia y la India
Más o menos ese mismo año, 350, los xiongnu del norte, que habían sido expulsados de las estepas un siglo antes, se desplazaron hacia el oeste y saquearon varias ciudades en los límites del Imperio Sasánida, donde fueron llamados xiyon, xiongnu o chionitas. Esto tomó de forma desprevenida al emperador persa Sapor II, que entonces se hallaba sitiando la fortaleza romana de Nísibis, en Mesopotamia. Rápidamente partió a Sogdiana para hacerles frente durante una guerra que duró 10 años y les derrotó, forzándoles a una alianza. En el primer lugar donde los chionitas fueron derrotados se construyó la ciudad de Nishapur, que en persa significa “Hazaña de Shapur”.
Cuando Sapor volvió a atacar a los romanos en 360, le acompañaban varios chionitas en su ejército, a las órdenes del rey Gumbates. El historiador romano Amiano Marcelino cuenta que durante el sitio de Amida (actual Diyarbakr), los ya bautizados por los romanos como hunos que le acompañaban perdieron al único hijo de Gumbates. El príncipe fue quemado en una enorme pira funeraria a las afueras de la ciudad, algo chocante si tenemos en cuenta que los persas que los comandaban rechazaban esta práctica debido a que su religión, el zoroastrismo, la prohibía. Algunos yacimientos arqueológicos de Tayikistán confirman que esta práctica era algo común en este pueblo.


Con el tiempo los xiongnu/chionitas se asentaron en las provincias orientales del Imperio persa y acabaron dominando la zona de forma independiente, e incluso acuñaron moneda. Más tarde se dividieron nuevamente en dos ramas, los kidaritas y los ephtalitas (heftalitas) o "hunos blancos". Los heftalitas entraron en guerra con los kidaritas en el siglo V y los forzaron a adentrarse en el Punjab, donde en 427 fueron derrotados por el emperador persa Bahram IV. No obstante, los hunos blancos también invadieron la India en los años sucesivos, hasta el punto de que varios historiadores creen que fueron ellos los que ocasionaron el declive y caída del Imperio Gupta hacia el 540.
Los hunos blancos se habían mezclado con la población del este de Persia y con el tiempo, según cuenta el historiador griego Procopio, sus marcados rasgos asiáticos se fueron diluyendo. También comenzaron a inhumar a sus muertos y se hicieron agricultores sedentarios, pero no perdieron su ardor guerrero, como muestra, además de sus invasiones sobre la India, su participación en las guerras civiles persas de lado del emperador sasánida Peroz I contra su hermano y usurpador en el trono, Hormizd III. Cuando Hormid fue derrocado, Firuz decidió volver a poner las provincias orientales bajo control persa, atacando a sus antiguos aliados. Fue derrotado y hecho prisionero por el rey heftalita Kushnavaz, siendo liberado más tarde tras dejar a su hijo Kavadh I (o "Qubad") como rehén. Cuando Firuz volvió a atacar, la caballería que él comandaba se precipitó en una zanja disimulada y todos sus integrantes resultaron muertos. Qubad accedió al trono pero la guerra con los heftalitas continuó durante décadas, por lo que en los años sucesivos los reyes persas tuvieron que construir numerosas fortificaciones en las fronteras orientales. El mismo Kavad I pudo recuperar el trono persa en el 498 con el apoyo de los heftalitas.
Finalmente, el emperador persa Cosroes I (531-579) se alió con Silzibul, jefe de los turcos de las estepas del Caspio, y juntos consiguieron derrotar estrepitosamente a los heftalitas en el año 557, obligándolos a dispersarse. Su reino (que incluía Bactriana, parte de Sogdiana y buena parte del desaparecido Imperio Gupta) fue dividido en dos a lo largo del río Oxus, siendo la parte norte para los turcos y la sur para los persas.

No se sabe muy bien cuántos heftalitas se exiliaron de su recién perdido territorio, y en qué medida se mezclaron con otros grupos que vivían en las estepas al norte de éste. Se sabe que unos siglos antes, otra rama de los hunos se dirigió hacia el norte y trató de asentarse en las estepas próximas al mar Caspio, pero una serie de sequías que azotaron la zona en los siglos III-IV les obligaron a abandonarlas y avanzar aún más. A mediados del siglo IV el rey huno Balamber atacó el reino alano, que en esos momentos se extendía entre los ríos Volga y Don, y derrotó a este pueblo, obligándole a huir hacia el suroeste. Posteriormente avanzaron hacia la cuenca del Dnieper, donde vencieron a los ostrogodos en 370: una parte de éstos se refugió en las tierras de sus vecinos visigodos, pero la mayoría fue forzada a servir en el ejército huno. Por último, los hunos cruzaron el Dniéster en 376 y derrotaron también a los visigodos, que solicitaron asilo al Imperio Romano de Oriente. Las tierras en poder de los hunos se extendían ya desde el mar Caspio al Danubio.
Los visigodos se rebelaron contra los romanos en 378 y saquearon varias ciudades romanas en los Balcanes. Aprovechando el caos desatado por los godos y otros pueblos germánicos, el rey huno Rua cruzó el Danubio en 432 y atacó a los romanos con tal fuerza que el emperador Teodosio II tuvo que pactar con él la entrega de 115 kg de oro anuales para lograr la paz. En 434 Rua murió dejando el trono de forma conjunta a sus sobrinos Atila y Bleda, hijos de su hermano Mundzuk. Éstos reanudaron la paz a cambio de duplicar el tributo romano y se dirigieron al este, donde invadieron Persia durante cinco años, antes de ser derrotados cuando trataban de conquistar Armenia. También lucharon contra los eslavos y los germanos, ocasionando un efecto dominó que hizo que burgundios, francos, sajones, anglos y justo invadieran el Imperio Roman de Occidente.
En 439 acusaron a los romanos de romper el acuerdo después de que el obispo de Margus (cerca de la actual Belgrado) cruzara el Danubio y profanara las tumbas reales hunas que había en su orilla norte. Atila y Bleda saquearon varias ciudades romanas, entre ellas Margus, Viminacium, Singidunum (Belgrado), Naiso (Nis), Serdica (Sofía) y Filipópolis (Plovdiv). Tras ello, Teodosio consiguió la paz entregando una indemnización y triplicando los tributos.

Atila se coronó rey único (autócrata) después de que muriera su hermano durante una cacería en 445, probablemente asesinado por él mismo. Atacó de nuevo en 447, más al Este (Escitia y Moesia) que la vez anterior y derrotó a los romanos en el río Uto (Vid), pero con un alto costo en hombres. Devastó los Balcanes y Grecia hasta las Termópilas y en los años siguientes se mantuvo una especie de hostilidad latente entre Atila y Teodosio II, como narra Prisco de Panio (fragmentos de su Historia), que le visitó en Valaquia junto a los embajadores romanos del 449. Se concluyó una paz más onerosa para el Imperio que la del 443: el Imperio había de evacuar una ancha franja suddanubiana y entregar grandes tributos, cuya cuantía no precisan las fuentes.
Atila entró en la Galia en 451, aparentemente contra los visigodos del reino de Tolosa, que no mantenían contenciosos con Valentiniano III ni con Aecio, con quien Atila estaba en buenas relaciones. Se sabe que, en 450, Honoria, hermana del emperador, le envió su anillo y la petición de que la librase de un matrimonio al que se la obligaba. Atila reclamó a Honoria como esposa y pidió la Galia como dote. Aecio y Teodorico I pactaron una actuación conjunta. Atila intentó ocupar Aurelianum (Orleans), pero los romano-godos se lo impidieron en el último momento. La batalla se dio en campo abierto, en los Campos Cataláunicos (o, según otras fuentes, Mauriacos), de situación desconocida. Teodorico murió, pero Atila, vencido por primera y única vez, hubo de retirarse.
En 452 Atila pasó a Italia y saqueó Aquilea, Padua, Verona, Brescia, Bérgamo y Milán, sin que Aecio pudiera detenerlo. La hambruna y la peste los hicieron salir de Italia. El nuevo emperador de Oriente, Marciano, interrumpió el pago de subsidios pactado por Teodosio II y Atila iba a atacarle cuando murió durante su noche de bodas, en 453. Le sucedió su hijo Ellak, que hubo de hacer frente a la sublevación de sus hermanos Dengizik y Ernak, así como de varios pueblos sometidos, que le vencieron en la Batalla de Nedao. Los hunos quedaron desunidos, fundiéndose con otros pueblos bárbaros a la muerte de Atila. Las revueltas internas facilitaron la derrota huna (455) frente a una coalición de gépidos, ostrogodos, hérulos y otros pueblos en Panonia (río Nedao, sin identificar) que terminó con los hunos como potencia.