domingo, 21 de junio de 2009

EGIPTO


Egipto, periodo de la historia de Egipto que abarca desde su protohistoria hasta el siglo VII d.C., y que comprende, por tanto, el conjunto de su edad antigua y parte de su edad media.
La antigua civilización egipcia fue notable no solo por la riqueza, esplendor y sofisticación de su arquitectura funeraria, que refleja y atestigua el poder de sus faraones y la habilidad de sus ingenieros. También lo fue por su desarrollado sistema de gobierno; por la aplicación de sistemas de irrigación; por su escritura pictográfica; por sus estudios en los campos de la astronomía, las matemáticas y la medicina; por la creación de una cultura espiritual muy compleja, patente en sus panteones y en sus conceptos de vida ultra terrena; así como por su destreza y sensibilidad artísticas.

Egipto: la Esfinge y las pirámides La misteriosa Esfinge, con cuerpo de león y cabeza humana, y la perfecta simetría de las pirámides de Gizeh son símbolos mundialmente conocidos del antiguo Egipto. La más antigua de las tres pirámides se construyó alrededor del 2600 a.C. Todas tienen cámaras funerarias. La imponente estatua de la Esfinge se construyó con gigantescos bloques de caliza hace más de 4.000 años. El conocimiento que en la actualidad se tiene del antiguo Egipto se debe, en buena parte, a los grandes monumentos que aquella civilización legó; y a la arqueología, que los descubrió, analizó y estudió. Una significativa faceta de la egiptología (que se define como el estudio de la civilización del antiguo Egipto) es la investigación de la valiosísima información proporcionada por los textos escritos en caracteres jeroglíficos que se han hallado en las paredes y muros de tumbas y templos, en obeliscos y columnas, y en tablillas de arcilla y papiros. La interpretación de esos jeroglíficos, que fue posible Desde el comienzo de su historia, la vida en Egipto (al que Herodoto describió acertadamente como “el don del Nilo”) estuvo profundamente vinculada a ese gran río. Y es que, sin el Nilo, Egipto sería un monótono desierto que poco o nada favorecería la vida humana. Sin embargo, debido al río, y más concretamente a sus crecidas anuales, una estrecha franja, el valle del Nilo, se convirtió en un espacio especialmente fértil y en la cuna de una gran civilización. Esta fructífera lengua de terreno divide el Sahara en dos grandes áreas: el desierto Oriental (el desierto Arábigo), una región montañosa que se extiende hasta el mar Rojo; y el desierto Occidental (desierto Líbico), que se prolonga hasta el corazón del África septentrional. Los antiguos egipcios distinguieron perfectamente el árido Deshret (“tierra roja”) y el fértil Kemet (“tierra negra”, por el color de su suelo aluvial). Sentían el primero, el desierto, como una tierra extraña, a la que solo se aventuraban para la obtención de metales (como el oro), minerales y piedras preciosas. En cambio, consideraban el valle del Nilo su hogar; en él se sentían seguros y protegidos por una serie de de dioses que, indefectiblemente, propiciaban el puntual inicio de la crecida anual del río.

Sociedad y economía
La actividad funcionarial de los escribas resultaba fundamental en la administración del antiguo Egipto.

Los tiempos de estabilidad y prosperidad del antiguo Egipto se debieron, en gran parte, a la existencia de un gobierno central fuerte y al sentido unificado de objetivos creado por la creencia religiosa. Ambos factores fueron proporcionados por el poder de su soberano, el faraón, el cual, como dios viviente, era el sumo sacerdote de cada culto y embajador ante los dioses, la autoridad suprema, la fuente última de justicia, el responsable de la legislación y el auténtico poseedor del poder en el reino. No obstante, también permitió cierta autonomía; el país fue dividido en nomos o distritos, cada uno de los cuales tenía su administración (con su gobernador, el monarca, al frente) y panteón propios.
El faraón estuvo auxiliado en las tareas de gobierno por una cada vez más potente burocracia de consejeros y funcionarios. La existencia de numerosos escribas resultaba fundamental para la administración de la tierra, así como para el registro y gestión de los asuntos legislativos y judiciales, militares y religiosos. Dos cargos clave del funcionariado faraónico fueron el visir y el portador del sello. El visir supervisaba la administración de los nomos y las actividades del conjunto de funcionarios, y suponía una importante instancia judicial. Finalmente, la figura del visir se duplicó, siendo designado uno para el Alto Egipto y otro para el Bajo Egipto. Por su parte, el portador del sello actuaba como tesorero responsable de todos los bienes que entraban en los almacenes y depósitos regios.
La esclavitud no fue habitual en Egipto hasta el periodo del Imperio Nuevo, cuando las grandes conquistas exteriores permitieron tomar como esclavos a los habitantes de los territorios sojuzgados. La mayor parte de la población estaba formada por campesinos, parte de los cuales trabajaba para los grandes propietarios de la tierra o para el propio faraón. Otro importante sector social lo constituían los artesanos, que producían ladrillos, esteras, cestas, instrumentos y utensilios de uso cotidiano. Otros dos elementos importantes de la sociedad fueron los comerciantes y los propietarios de las embarcaciones que efectuaban el transporte por las aguas del Nilo.


Barco de papiros egipcio
Unos trabajadores construyen un barco en Gizeh (Egipto). El barco es parecido a los utilizados en el antiguo Egipto, que estaban hechos de tallos de papiro atados en haces. Se dice que los egipcios utilizaron este tipo de barco para navegar hasta América. Aunque no hay pruebas de que esto fuera cierto, el explorador noruego Thor Heyerdahl realizó el trayecto en un barco de papiro como los antiguos y demostró que es factible.

La economía del antiguo Egipto se basaba en el trueque. Hasta el Imperio Nuevo, el comercio exterior no superó el ámbito de la pequeña escala. Egipto exportaba grano, lino y papiro; e importaba madera de Líbano, cobre de Chipre, incienso del este, piedras preciosas de lugares tan lejanos como el actual Afganistán y animales exóticos, como monos, del sur.

La alimentación en el antiguo Egipto
La fertilidad de las tierras del Nilo garantizó una alimentación variada a los antiguos egipcios. Las escenas de los registros de este fresco muestran cómo cultivaban viñedos y aprovechaban las uvas para la elaboración de vino, así como la aportación que para la dieta suponían el pescado y las aves de corral.
En términos generales, parece que puede afirmarse que la dieta de los antiguos egipcios fue variada, aunque, evidentemente, debieron existir notables diferencias y aquella tuvo necesariamente que depender de la categoría social. La base alimenticia de la población campesina fueron los cereales, utilizados para la elaboración de las que eran comida y bebida por excelencia: el pan (que inicialmente sería cocido en fuegos al aire libre y, ulteriormente, en primitivos hornos) y la cerveza (de la que los egipcios están acreditados como inventores). La dieta de los más afortunados se completaba con verduras y frutas (judías, garbanzos, lentejas e higos eran los productos más habituales) y pescado, que el Nilo proporcionaba en abundancia. La carne (y de esta, la de ganado vacuno comúnmente) debió ser más extraña en la mesa de la población común, quedando posiblemente reservado su consumo a festividades y ocasiones especiales. En cambio, los individuos pertenecientes a sectores sociales superiores sí debieron comer con regularidad la carne de animales como el antílope o la gacela, que formarían parte, como se ha dicho antes, de una ingesta mucho más rica y que incluiría tres comidas al día (por las dos que debían ser habituales en el resto de la población). En la tumba de un noble menor de Tebas se conservó el menú de una comida funeraria que incluía gachas, codorniz asada, riñones, paloma, pescado hervido, ternera, pan, pasteles, compota de frutas y queso.


Las pirámides egipcias
Los egipcios erigieron pirámides entre el año 2700 a.C. y el año 1000 a.C. como tumbas reales. Las pirámides de Gizeh, situadas en la orilla occidental del río Nilo, en las afueras de El Cairo, son el único testimonio de las antiguas siete maravillas del mundo que se conservan hoy día.
La construcción de los grandes monumentos tenía lugar, habitualmente, en la época de la crecida del Nilo, cuando resultaba imposible dedicarse a las tareas agrícolas. Parece que, al contrario de lo que se pensó durante mucho tiempo, estos trabajos no fueron realizados por cuadrillas de esclavos sometidos a un ambiente opresivo. Existen pocas evidencias de trabajos forzados, y la ausencia de soldados en los relieves que describen la edificación de estos monumentos sugiere que esta no se desarrolló en unas condiciones excesivamente ásperas, si bien es cierto que exigía un elevado esfuerzo físico. Además, los trabajadores no solo participaban en estas empresas por disposición expresa de los faraones; la creencia en la vida después de la muerte era común entre los egipcios, por lo que la construcción de grandes tumbas para sus soberanos, dioses vivientes, pudo ser un aliciente de gran importancia en las estructuras mentales de la población.


Gran Templo de Abidos
Erigida a orillas del río Nilo, la ciudad de Abidos ha legado a la posteridad el denominado Gran Templo, que podemos observar aquí, construido a principios del siglo XIII a.C.
Enormes cantidades de piedra debían ser extraídas de las canteras (a veces próximas, pero en ocasiones situadas a centenares de kilómetros de las obras) y arrastradas por grupos de hombres hasta el Nilo, donde los bloques eran cargados en embarcaciones. Para comprender en toda su magnitud la dificultad que conllevaba la ejecución de esta arquitectura monumental es necesario añadir la relativa simplicidad del instrumental. Estos trabajos comunales efectuados durante la crecida tienen que vincularse también con las necesidades de los egipcios para hacer frente a las cargas fiscales; si aproximadamente el 90% de la población estaba unido a la agricultura, ese mismo porcentaje trabajaría en los grandes proyectos arquitectónicos durante la crecida.


La tumba de Tut Anj Amón (Egipto)
Esta imagen ilustra el hallazgo de la tumba del faraón Tut Anj Amón, realizado por el arqueólogo británico Howard Carter y su mecenas, el conde de Carnarvon. Carter había buscado la tumba en el Valle de los Reyes durante unos diez años y el 4 de noviembre de 1922 encontró los primeros vestigios bajo los escombros de la tumba de Ramsés VI; tres días después halló la entrada de la tumba, que se muestra aquí. Cuando fue abierta, se descubrió que, a diferencia de otras tumbas reales, no había sido asaltada por saqueadores. De hecho, la tumba, que consta de cuatro salas, contenía más de 5.000 objetos, entre los que había piezas talladas con gran belleza y bañadas en oro. La más famosa es la máscara mortuoria de oro de Tut Anj Amón; también se encontraron cofres, tronos, camas, lienzos, joyas, vestidos, armas, abanicos, estatuas, alimentos, tinajas de vino, juguetes, juegos y reproducciones de los sirvientes del joven faraón, que debían acompañarle en la otra vida. Estas reliquias pueden contemplarse actualmente en el Museo Egipcio de El Cairo.
La construcción de los templos, con sus colosales columnas, estatuas y obeliscos de granito, caliza, diorita o, más raramente, alabastro suponía una empresa similar. Los bloques de piedra, de hasta 800 toneladas, eran tallados de forma grosera en las canteras para facilitar su transporte, recibiendo su forma final a pie de obra. Los delineantes y los pintores que decoraban tumbas y templos eran profundos conocedores de su oficio; trabajaban según convenciones artísticas prefijadas y empleaban rejillas que aseguraban las dimensiones correctas de las figuras que representaban para ilustrar las vidas de faraones y sus consortes, historias tradicionales, episodios mitológicos y escenas de la vida cotidiana. Véase también Arte y arquitectura de Egipto.


Educación y ciencia
Rollo de papiro

Antes de que se inventara el papel, algunos pueblos, en particular los egipcios, escribían en rollos de papiro. Cortando la planta en tiras, colocándolas en capas, mojándolas y dejándolas secar se obtenía una superficie apta para escribir. Este papiro con jeroglíficos forma parte del Libro de los muertos egipcio. El detalle de sus ilustraciones demuestra la durabilidad y calidad del papiro.
La formación de los egipcios dependía de la clase social a la que pertenecieran. Los niños de las familias de sectores sociales inferiores aprendían de sus padres el oficio de estos; de ello dan testimonio los relieves funerarios que representan a niños participando en tareas simples del campo. Igualmente adquirirían las destrezas de sus progenitores o de otros varones con los que tuvieran relación en las diferentes profesiones artesanales. Por su parte, las muchachas aprenderían de sus madres las labores que estas realizaban en los hogares, principalmente las relativas a la confección de tejidos y la elaboración de pan y cerveza. La lectoescritura estuvo reservada a los niños pertenecientes a familias ricas, futuros integrantes de la burocracia estatal ligada a la administración pública. Esta enseñanza estaba a cargo de los escribas, una profesión que se heredaría de padres a hijos. Los miembros de esta élite social debieron también añadir a su bagaje cultural conocimientos matemáticos en los campos del álgebra (se cree que los egipcios fueron capaces de solucionar ecuaciones elementales) y la geometría (solo sus profundos avances en esta rama explicarían la construcción de la arquitectura monumental).


Groma egipcio

Se cree que la planimetría tuvo su origen en Egipto, ya que la construcción de edificios tan grandes como las pirámides requiere gran habilidad en la medida de ángulos y en el cálculo de distancias. Los primeros equipos de topografía, como este groma egipcio, eran de uso limitado, pero eran aparentemente suficientes para nivelar y medir ángulos de pequeña abertura. El groma consiste en unas piedras que se suspenden en unas varillas dispuestas en ángulo recto. La distancia de los objetos se marcaba según la disposición de las piedras en el plano horizontal.
Otras ciencias motivo de estudio fueron la astronomía y la medicina, aunque siempre vinculadas al marco de las creencias religiosas. La astronomía era de gran importancia para las prácticas religiosas, así como para la medición del tiempo, y debió alcanzar importantes cotas. Sirvan como ejemplo de esta última afirmación el que los egipcios no mostraran extrañeza ante los eclipses del Sol y la Luna, o la referencia anticipada que un papiro efectuaba acerca de la visión de un cometa (probablemente, el Halley). Aunque, como se ha dicho, profundizaron en sus estudios en matemáticas y astronomía, e incluso practicaron la alquimia, probablemente la medicina fue la rama más importante de la ciencia para los egipcios. Así, se han encontrado numerosos papiros que catalogan las dolencias y sus tratamientos, remedios y curas.


Religión y mitología

Ra
Detalle del interior de un sarcófago de la XI Dinastía, muestra el viaje del legendario dios del sol Ra, que viajaba por el cielo a lo largo del día y descendía al inframundo durante la noche.
Al igual que en otros aspectos de la vida del antiguo Egipto, el Nilo y el Sol (Ra) fueron ejes centrales de la religión. Se consideraba que el Sol había creado el río mismo y ambos estaban vinculados a los mitos de la creación. El Nilo era sagrado: no tenía fuente visible de origen y, pese a que en Egipto la lluvia era muy escasa, el río inundaba cada año el valle y permitía la vida. Los conceptos de la creación fueron diversos y cada ciudad rendía culto y adoraba a diferentes divinidades.

Embalsamamiento de Osiris

El antiguo dios egipcio Set urdió varios planes para asesinar a su hermano Osiris. Cuando lo logró, troceó su cuerpo y esparció los pedazos. La esposa de Osiris, Isis, los reunió con la ayuda de Anubis, el cual, además, embalsamó y momificó el cuerpo, como muestra esta ilustración del Libro de los muertos.
Todas las ciudades egipcias se hallaban bajo la protección de tres dioses. La tríada de Tebas estaba constituida por Amón, su esposa Mut y su hijo Khonsu. Amón, la divinidad principal de la tríada, fue un dios relativamente menor hasta que Tebas se convirtió en la capital de Egipto durante el Imperio Nuevo. En ese periodo, Amón fue identificado con Ra y esa asociación, Amón-Ra, se convirtió en la deidad imperial de Tebas y en el dios personal del faraón. Ptah, dios de la creación, fue la principal deidad de Menfis; y Osiris, señor del reino de los muertos, estuvo especialmente relacionado con la ciudad de Abidos.

Horus
Horus, adorado en el antiguo Egipto, era el dios del cielo, la luz y la bondad. Se representaba como un halcón, a veces con cuerpo de hombre y solía asociarse con los faraones.
Aparte de Ra (creador del Universo), Mut (diosa del cielo y, en ocasiones, madre divina del faraón reinante), Amón, Ptah, Osiris y su esposa Isis, los principales dioses egipcios fueron Horus (dios del cielo), Set (encarnación del mal y del caos), Hator (diosa del cielo y reina del firmamento) y Anubis (dios de la muerte). Los templos que les fueron dedicados eran considerados sus moradas y, en virtud de ello, solo sus sacerdotes y el faraón podían acceder a ellos.

El Libro de los muertos
El Libro de los muertos (c. 1310 a.C.) era un texto egipcio con oraciones, sortilegios e himnos que utilizaban los muertos para guiar y proteger el alma en el peligroso viaje hacia la otra vida. Esta sección de dicho libro muestra el juicio final de un difunto, el escriba real Hu-Nefer, ante Osiris, dios de los muertos. Jeroglíficos e ilustraciones reflejan el ritual en que se pesaba el corazón del difunto antes de lograr la vida eterna.

Momia egipcia
Se cree que los antiguos egipcios fueron los primeros que practicaron el embalsamamiento, mediante el cual, un cuerpo muerto se preserva de forma artificial para retardar el proceso de descomposición. Los egipcios creían que era necesario preservar el cuerpo para permitir la supervivencia del alma. Los métodos antiguos de embalsamamiento incluían inmersiones del cadáver en carbonato de sodio e inyecciones de sustancias naturales, tales como hierbas balsámicas, en sus cavidades. Después envolvían al cadáver con vendas creando una momia. Hoy, los embalsamadores utilizan sustancias químicas preparadas para preservar un cuerpo hasta el funeral y para prevenir la propagación de infecciones.